Arnulfo Castorena: El oro forjado en la adversidad
Abandonado por su padre y rechazado por escuelas, hoy es leyenda: Arnulfo Castorena gana su cuarta medalla de oro paralímpica para México.
Su vida comenzó con una pérdida que marcaría su destino: su madre falleció en el parto. Su padre, incapaz de aceptar su discapacidad congénita —una malformación que afectó sus extremidades— decidió abandonarlo. Pero la historia de Arnulfo Castorena no es una tragedia: es un testimonio de resistencia, esperanza y gloria.
Hoy, Castorena no solo es un sobreviviente. Es un campeón. Con la medalla de oro que acaba de conquistar en los Juegos Paralímpicos, suma ya cuatro títulos paralímpicos en su carrera, consolidándose como uno de los más grandes atletas en la historia del deporte mexicano.
Rechazos, puertas cerradas y una monja con alma de entrenadora
La infancia de Arnulfo fue cualquier cosa menos fácil. Su abuelita, su principal apoyo y cuidadora, lo llevó a decenas de escuelas. En cada una de ellas, la respuesta era la misma: “No podemos aceptarlo”. La sociedad, aún marcada por estigmas y limitaciones en inclusión, le negaba el acceso básico a la educación.
Todo cambió el día en que una institución religiosa aceptó recibirlo. Un internado dirigido por monjas le abrió las puertas, y fue allí donde conoció a Sor Chiva, una mujer de fe férrea y corazón deportivo, apodada así por su afición al equipo de fútbol Chivas de Guadalajara.
Sor Chiva lo llevó, casi por instinto, a una piscina. Le enseñó a flotar, a confiar en su cuerpo, a sentir el agua como una extensión de sí mismo. Fue ahí, entre brazadas inciertas y un entorno de aceptación, donde Arnulfo encontró su vocación.
El nacimiento de un titán paralímpico
El talento de Castorena pronto fue reconocido por entrenadores y especialistas. A los 21 años, debutó en los Juegos Paralímpicos de Sídney 2000, donde sorprendió al mundo al conquistar su primera medalla de oro. Desde entonces, no ha parado.
Atenas 2004, Londres 2012, Tokio 2020 y ahora París 2024 han sido testigos de su legado. Cuatro oros paralímpicos, múltiples campeonatos mundiales, récords batidos y una historia que ha inspirado a generaciones de deportistas con discapacidad.
Pero más allá de las preseas, lo que convierte a Arnulfo Castorena en un verdadero gigante es su capacidad para transformar el dolor en combustible, el abandono en motivación y el rechazo en orgullo nacional.
“Quiero que los niños como yo sepan que sí se puede”
En cada entrevista, Arnulfo habla poco de sus logros y mucho de su misión: abrir camino para otros. Quiere que más niños con discapacidad tengan acceso a educación, deporte y oportunidades.
“Mi abuelita creyó en mí cuando nadie más lo hizo. Sor Chiva me dio el primer empujón. Yo solo seguí nadando”, declaró tras recibir su cuarta medalla de oro.
Y es que Arnulfo no solo nada. Inspira. Lucha. Representa. Es, sin duda, un orgullo mexicano que todo el país —y el mundo— debería conocer.
Porque en un país donde las historias de superación suelen ser silenciadas, la de Arnulfo Castorena grita con fuerza desde lo más alto del podio: el verdadero oro está en nunca rendirse.